Un año más, el episodio de la Batalla de Belchite, sin olvidar pueblos próximos a la ciudad, como Codo y Quinto, donde perdieron la vida 3.000 personas, ha sido recordada por patriotas de diversas organizaciones convocados por la Hermandad Nacional de Banderas de Falange de Aragón. La foto se corresponde con una visita a las ruinas que hizo parte de los congregados en la peregrinación a la Ermita del Calvario en Codo.Se celebró la Santa Misa en primer lugar, resguardándose el sacerdote del fuerte sol del veranillo de San Miguel en la entrada de la Ermita del Calvario.
Aunque la Sagrada Comunión fue repartida fuera, como es natural.
Rogelio hizo una llamada al compromiso y al combate para ser dignos herederos de los héroes que dieron su vida en estos lugares.
Josete recordó episodios de aquella batalla y luego citó los nombres de algunos caídos, respondidos con sendos ¡Presentes! por los asistentes.
Alberto evocó la batalla central que se desarrolló en Belchite, relatando los tres intentos de ruptura del cerco, del que apenas pudieron escapar unos pocos milagrosamente.El General Coloma, retirado, hizo un llamamiento a la Unidad, pues así como la victoria se obtuvo por la unidad de todos, falangistas, requetés, legionarios, militares y civiles, así se volverá a realizar si estamos unidos en defensa de nuestra Patria.
Félix, de la Hermandad de la Vieja Guardia, se refirió a los momentos presentes como un grave desafío a la unidad de España por parte de los separatistas, envalentonados por el entreguismo de un personaje sin escrúpulos como es Pedro Sánchez.
José Luis Corral recordó la gran diferencia entre ambos bandos, que se manifestó también en estos lugares. Los nacionales resistieron hasta el último hombre, 182 requetés y 40 falangistas en Codo, otros más en Quinto y Belchite. Como en el Alcázar de Toledo, en el Santuario de la Cabeza, en Alcubierre, en el Cuartel de Simancas.... Defensa numantina que no se dio jamás entre los rojos.
Claro, los nacionales rezaban, los rojos blasfemaban. Unos daban culto a Dios, otros destruían iglesias e imágenes, como hicieron también aquí. Los nacionales sabían que esta vida es breve y que luego está la vida eterna y que tendrían una recompensa gloriosa como mártires en el juicio de Dios. Los rojos eran ateos y no creían en la vida eterna. Si morían ellos, se murió su mejor amigo, se les acabó todo. Y si era verdad lo que decían los católicos, tampoco su porvenir era halagüeño en la otra vida. Así que matar se les daba muy bien, pero dar la vida, no.
Pero los rojos no se limitaban a matar a los nacionales, incluso malheridos, y rematarlos, sino que también se mataban entre sí como bestias. Los comisarios políticos estaban detrás de sus combatientes para dispararles en la nuca si no avanzaban y para fusilar a los que retrocedían. De hecho, aquí mismo, Palmiro Togliatti, el italiano comunista, fusiló aquí a miembros de las Brigadas Internacionales, aunque no llegó a asesinar a los más de 500 brigadistas que fusiló su jefe André Marty, el francés, el "Carnicero de Albacete", para disciplinar a aquellos forajidos extraídos de los bajos fondos de todo el mundo. También Líster fusiló algunos. Según "El Campesino", Líster fue desde Madrid a los Pirineos de derrota en derrota, fusilando a los suyos para desahogar su cólera. También en Belchite, que una vez en poder de los rojos, la fortificaron de un modo científico, porque todo lo que ellos hacen o dicen es "científico", el materialismo dialéctico, la lucha de clases, el cambio climático, etc. Trajeron expertos soviéticos y convirtieron Belchite en una ciudad "inexpugnable", pero pocos meses después Belchite fue recuperada por los nacionales, un 10 de marzo de 1938, Día de los Mártires de la Tradición, todo un guiño de la Divina Providencia, cayendo como un castillo de naipes. Y los rojos volvieron a fusilar gente de la suya. Como a los 46 de la 84 Brigada Mixta que combatió en Teruel, como a los milicianos que se resistían a ir al frente, unos 200 en las tapias del Cementerio de Aravaca, donde yacen los Ramiros, de Maeztu y Ledesma Ramos, con otros 800 nacionales asesinados. O Durruti, que fusiló vagones enteros de prostitutas y homosexuales que iban al frente y provocaban más bajas por sífilis que por bala entre los rojos; y que cayó a su vez por fuego amigo, de su acompañante el sargente Manzanas, al que "se le disparó" su naranjero, hiriendo tan grave al asesino del Cardenal Soldevila y de todo el clero de Barbastro y Monzón, que falleció el mismo 20 de noviembre que José Antonio y que Antonio Rivera, el "Ángel del Alcázar", otro guiño de la Providencia.
Y Andrés Nin y los del POUM, asesinados por trostkistas, como luego haría un comunista español, Mercader, en Méjico, con el mismo Trotsky. Y los anarquistas exterminados en Barcelona por socialistas y comunistas. Y los que se mataron a principios de 1939 en Madrid, con el golpe del Coronel Casado.
Todo eso no pasó en zona nacional. Por eso eran tan diferentes ambos bandos.
La otra lección es la unidad en la sangre, por el combate en defensa de Dios y España, lección que nos dan estos combatientes, estos Caídos por Dios y por España. Esa unión de sangre y armas es una exigencia para los que seguimos, defendiendo los mismos ideales, porque no se limitaron a luchar en una guerra, sino que tenían unos ideales, los de la Tradición Española y el Nacional-Sindicalismo, que trajeron a España gran prosperidad, justicia social, bienestar familiar y social, paz, grandeza y libertad. Ideales que se expresan en estas banderas, estos signos que enarbolamos y estos himnos que cantamos, que son la liturgia de un patriotismo íntegro y sin complejos.
El Secretario de la Hermandad hizo un reposo de algunos momentos bélicos que se vivieron en aquel verano de 1937.
Por último, se colocaron las 5 rosas en la Cruz que se yergue frente a la Ermita y se cantaron los Himnos de la Cruzada, Oriamendi, Cara al Sol y el Himno Nacional. De los cuales insertamos ahora los consiguientes vídeos:
Tras la visita de algunos a Belchite para rezar y hacerse la foto de recuerdo, se celebró una concurrida comida de hermandad.
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