sábado, 27 de noviembre de 2021

Discurso de Pablo Gasco en la Plaza de Oriente

 

DISCURSO DE PABLO GASCO DE LA ROCHA EN LA PLAZA DE LA LEALTAD,

 

21 DE NOVIEMBRE DE 2021

 

“No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana

están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed frente a los

supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal”

(Francisco Franco, 20-de noviembre de 1975).

Sin entrar en grades discusiones en cuanto a la medida del desorden que

hoy percibimos en España. La segunda ley de la termodinámica nos

confirma que… en un sistema aislado, el grado de desorden global no

puede disminuir. Pongamos un ejemplo: si no hacemos nada, el cuarto de

nuestros hijos nunca va a estar ordenado y tenderá al desorden. Si además

actúa la fuerza externa de los niños, el desorden será total.

O más sencillamente: Si los buenos no actúan, el mal crece. ¿Se entiende

esto en la sociedad española?

Al fallecimiento de Franco, se dio pasó a la instauración de una

monarquía encarnada en el Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón y

Borbón, “el rey perjuro”. A partir de lo cual comenzamos a vivir en una

ficción.

Ficción, decimos, porque intencionadamente se simuló la realidad

existente, impidiendo una reforma perfectiva del Régimen, e impulsando su

ruptura. Ruptura que fue simulada por medio de un legalismo imposible de

sostener desde el punto de vista jurídico, formulado expresivamente como

“de ley a ley”, por medio del cual se presentó un mundo imaginario al

pueblo español, al que se engañó.

Ficción que se ha venido sosteniendo por toda suerte de personajes,

normas y un grado variable de realismo. Así, más allá de las apariencias,

apenas ya ocultadas, la realidad aflora descubriéndonos la verdadera cara

de esta España confundida y desorientada, atrapada en un modelo político

perverso, que ha demostrado suficientemente su fracaso estrepitoso.

Fracasado en su unidad orgánica como consecuencia de su modelo

territorial, invento que no ha cumplido ninguno de los objetivos que

prometió, y que apunta decididamente a la balcanización de la nación por

 

su falta de construcción de identidad, causando un enorme quebranto a la

convivencia en todos los órdenes sociales; siendo su resultado más grave el

caso de dos regiones, y alguna más en su estela, Cataluña y Vascongadas,

apenas hilvanadas al tejido orgánico de España; ¡tan poco hilvanadas!, que

ni los Ejércitos se atreven a desfilar por sus calles y donde lucir una

bandera española puede ocasionar perder la vida. Error mayúsculo

suficientemente comprobado que no se ha enmendado, ni tan siquiera

devolviendo transferencias fundamentales al Estado; más aún, pactando

con lo que ha sido su consecuencia más evidente, el independentismo

criminal que quiere destruir la paz y el progreso de la nación, al que se ha

dejado crecer. Fracasado también en su cultura, porque la cultura es un

modo específico de “existir” y de “ser”. Con una economía que no da más

de sí, dependiente energéticamente al alza especulativa, lo que quiebra las

economías familiares y la competencia de nuestro esquilmado tejido

productivo respecto al resto de los países de Europa; con una tasa de paro

escandalosa, mayormente entre nuestros jóvenes; una carestía del precio de

la vivienda absolutamente especulativa, y dependientes del dinero que nos

quieran prestar para que sigamos siendo el solario de Europa o pagar las

pensiones… Ya me dirán, cuál es nuestro futuro, al que además agregamos

el mayor fracaso escolar de Europa. Sin olvidar una invasión extranjera de

todo tipo de razas y múltiple procedencia, absolutamente dependiente de

los servicios públicos asistenciales, que de aquí a diez años convertirá

España en un país mestizo y multicultural, incapaz de gobernarse por falta

de relación en su visión del pasado.

Para terminar afianzando una deconstrucción del orden natural más

elemental, que ha sido la gran batalla ganada por el poder de las tinieblas,

bien es cierto que con colaboradores necesarios. A la par de conculcar la

historia evocando leyendas sobre una memoria selectiva, que para la

izquierda es el único modo de tratar la Historia para ganar la cultura. Que

como sabemos, es un modo de existir y de ser.

Y si es de hablar de la Justicia, qué decir que no se haya demostrado con

la sentencia del caso Blanquerna, que entre los días 25 y 29 de este mes de

noviembre todos esos patriotas recogerán en persona el mandamiento

correspondiente para ingresar en prisión. Aparte del que ya lo está haciendo

en la prisión Victoria Kent. Hechos filmados, y por eso mismo prueba de

descargo para cualquier otra consideración o calificación jurídica que no

 

sea la de un delito de “desorden público con agravante de daños menores”,

pero convenientemente castigados a modo de advertencia con una pena tan

desproporcionada a tenor de los hechos (la carga de la prueba del ilícito

penal) como la pena de privación de libertad, y menos mal que se

desestimó el recurso de casación interpuesto por el Ministerio Fiscal, así

como algunos de los motivos planteados por la Generalitat, que hubiesen

motivado unas condenas mayores. Bien es cierto, que tan poco se les

admitió la “atenuante de reparación del daño”, que hubiese motivado penas

inferiores, hasta el punto de no tener que ingresar en prisión.

Y toda esta realidad someramente apuntada, en el contexto de un proceso

de globalización mundialista al dictado de un consumismo y un desarrollo

económico que no es sino una colonización que crea pobreza, opresión y

humillación, pervirtiendo los valores de la justicia y los derechos humanos.

Queda meridianamente claro que España está afectada de un virus

patógeno que ha debilitado su espíritu hasta el punto de anular su

conciencia de identidad y su afán de soberanía, por lo que apenas percibe

que está al borde del precipicio.

El panorama no puede ser más desalentador. Ni se cumple la ley ni se

cree en nada. Con todo, nos quedaría una cuestión de peso: la Corona.

¿Qué hace el Rey, esto es, el Jefe del Estado, más allá de consentir que no

venga su padre del exilio?

Si tuviéramos que definir todo este largo proceso de deriva, diríamos que

ha sido una huida hacia adelante sin sentido.

Las preguntas se hacen necesarias. ¿Se ha podido evitar, siquiera en

parte, todo este devenir? ¿Quiénes hubieran sido principalmente los

encargados de evitar el desastre en el que hoy nos encontramos, toda vez,

que en periodos de rápidos cambios, el hombre queda incierto y con dudas?

¿Dónde ha estado la dirección, el magisterio, la excelencia? ¿Dónde la

trascendental misión de garantizar la cultura, la historia y la fe, que son

cargas gloriosas y exigencias de servicio?

Si la acción de gobernar, por más compleja que sea, tiene que estar

precedida por un honesto conocimiento de los problemas y sus soluciones

en orden al bien común. En España esa honestidad ha brillado por su

ausencia, y no solo en los gobiernos de la Corona que se han sucedido, sino

 

en todos los otros poderes del Estado, en sus instituciones, en la sociedad

civil y en una gran mayoría de ese pueblo al que dan en llamar “soberano”

que ni siquiera elige a sus representantes más que de modo imperfecto,

comenzando por no poder elegir a quien representa la Jefatura del Estado.

Y tal ha sido esa falta de honestidad -de la que las futuras generaciones

pedirán cuentas-, que la norma que ha guiado ha sido el interés sectario, el

corporativismo y el egoísmo personal.

Volvamos al principio… si no hacemos nada, el cuarto de nuestros hijos

nunca va a estar ordenado y tenderá al desorden. Si además actúa la fuerza

externa de los niños, el desorden será total.

Por eso, el primer deber del patriota es lo que dijo José Antonio...

“Recorrer la vida por el amargo camino de la crítica, aunque sea amargo

el criticar”.

Cuantas veces sea necesario, y si eso es ser impertinentes… ¡Seamos

impertinentes!


 

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