Acción Juvenil Española: Codo y Belchite: Peregrinación y Misa Tradicional.

La Ermita de Nuestra Señora de Montserrat de Codo recibió la peregrinación anual de la Hermandad Nacional de Banderas de Falange de Aragón, con el apoyo de Movimiento Católico Español y Acción Juvenil Español, Vieja Guardia de Barcelona y el grupo "Una, Grande y Libre". Celebró la Santa Misa el Padre Ramiro Ribas, según el rito tradicional codificado por San Pío V.

Los abanderados ocuparon sitio en el frontal de la ermita, frente a la Cruz de hierro instalada por la Confederación de Ex Combatientes. El público asistente se situó en ambos lados.

El Padre Ramiro explicó en la homilía la importancia de mantener esta misa, la misma que vieron aquellos que murieron por Dios y por España en nuestra Santa Cruzada. Invitó también a vivir con heroísmo y santidad nuestro patriotismo y nuestra fe, como nos enseñaron nuestros antepasados, no sólo los que tienen nombres muy conocidos, sino aquella pléyade de soldados y fieles que entregaron su vida conscientemente en favor de otros, como el que llegó cruzando el fuego enemigo hasta el amigo herido para morir juntos.

En la Consagración, se doblan las rodillas y se inclinan las banderas hasta rozar la tierra, reconociendo la presencia real y verdadera de Nuestro Señor Jesucristo, Hombre y Dios a la vez.

Antes de la Comunión de los fieles, se vuelve a recitar el Confíteor. Se puede haber cometido algún pecado venial desde que comenzó la Misa o puede que algunos hayan llegado tarde. El sacerdote da la absolución.

La Sagrada Comunión, de rodillas y en la boca, como manda la Santa Madre Iglesia en este rito. Al final, las 3 Ave Marías en latín, la invocación al Arcángel San Miguel, la Salve y la Oración por los Fieles Difuntos, especialmente los Caídos de este lugar.

Tras la Misa, Toque de Oración por los Caídos de la corneta y colocación de las 5 rosas simbólicas en la Cruz.

Después intervino el joven camarada José, que hizo un repaso a la historia de aquellos acontecimientos de una batalla que costó 3.000 vidas, con los nacionales en situación numérica y material muy inferior, pero que resistieron heróicamente hasta retener el avance rojo, salvando a Zaragoza por segunda vez en el verano de 1937, como antes se hizo en Alcubierre en la primavera.

En esta posición donde ahora se yergue la ermita y nos encontramos nosotros, vertió su sangre la juventud carlista y catalana del Tercio de Montserrat, que perdió 150 de sus 182 efectivos, obteniendo la Cruz Laureada de San Fernando por su actuación en Codo. Junto a ellos cayeron también un grupo de falangistas que habían acudido para ayudarles a sostener la posición.

Por eso, no es de extrañar que boinas rojas y banderas rojinegras compartan espacio. Lo que la sangre y la Patria unieron, que no lo separe el hombre.

Luego tomó la palabra Félix, de la Vieja Guardia de Barcelona. Llamó a la disciplina y a la organización, necesarias para alcanzar la Victoria y para mantener la lucha. Sobre todo cuando vivimos tiempos tan difíciles como la intentona separatista, que una y otra vez desafía y reta al Estado y a todos los españoles, mientras el revanchismo de los derrotados en la guerra se afana en humillar todos los símbolos de nuestra Historia reciente.

Todos siguieron la misa y los discursos con la máxima atención, de cara al sol, con un cielo azul y luminoso propiciado por el astro rey, que no dejó de acudir a la cita con San Miguel para cumplir con el veranillo del Jefe de las Milicias Celestiales.

Siguió en el uso de la palabra José Luis Corral. Recordó el Evangelio del día, donde el Divino Maestro nos advierte que no ha venido a traer paz, sino espada, y que por su causa se enfrentarán las naciones, hijos con padres y suegras con nueras (Mt X,34). Así lo confirma la historia entera de España, que libró innumerables guerras para defender su independencia, su libertad y su fe. Por eso España ya no sólo es la Nación más hermosa del orbe, como dijo San Isidoro, sino además la más gloriosa, porque ríos de sangre se han vertido para mantenerla y cumplir su misión en el mundo, lo que se refleja en sus colores, rojo de sangre y oro de gloria.

Pero si es menester recordar tiempos gloriosos y el sacrificio de nuestros antepasados, especialmente de los que directamente procedemos, es a nosotros a quienes toca librar las batallas de hoy en día. Y debemos estar agradecidos a la Divina Providencia, pues si para tiempos difíciles mandó a Pelayo, el Cid y los Reyes Católicos, al Gran Capitán o Franco, para estos tiempos dificilísimos nos ha mandado a nosotros, que estábamos destinados en la Divina Presciencia a librar las batallas de Dios y de España en este siglo XXI.

Al pelear, con independencia del número y de los medios, hemos de saber que Cristo Rey conduce la lucha y que, por tanto, la Victoria es segura. Nuestros enemigos, con todo su dinero, sus tramas, su poder, su mentira y su falta de principios, serán derrotados y destruidos. Pasan los Papas, los gobernantes y los poderosos, pero queda el Poder de Dios, que rige a su Iglesia y nos conduce hacia la Victoria como condujo a nuestros antepasados.

El Secretario de la Hermandad da las gracias a todos y explica sucintamente la razón de ser de este acto.

La Corneta anuncia que van a comenzar los Himnos Nacionales, los Himnos de la Cruzada, Oriamendi, Cara al sol y el Himno Nacional con la letra de Pemán.

Antes de marchar, se suceden las fotos de familia ante la Cruz.

La comida de hermandad se celebra en un restaurante próximo, en un ambiente extraordinario de alegría, camaradería y esperanza. Se suceden canciones, chistes y proclamas.

También hay lugar para las intervenciones improvisadas.

Y fotos y más fotos, por docenas, para tener un recuerdo permanente de este momento inolvidable.

Al final, visita de rigor a las ruinas de la ciudad destruida, el viejo Belchite, testigo mudo, pero elocuente, del dramatismo de una guerra y del heroísmo de sus defensores. La Corneta da el Toque de Oración.