En Madrid capital también se celebró la Festividad del 18 de Julio, LXXX Aniversario del Glorioso Alzamiento Nacional. Organizó y convocó el Movimiento Católico Español casi en solitario, pese a la invitación habitual como otros años al resto de organizaciones. En la imagen, una vista de la cena de hermandad.
Más numerosa fue la asistencia a la misa, parte esencial de esta conmemoración, ya que el Santo Sacrificio ofrecido por los muertos es fundamental en el recuerdo y el agradecimiento. Es lo mínimo y a la vez lo máximo que podemos hacer por ellos.
Pero las actuales autoridades eclesiales tienen miedo de ser tachadas de políticas o complacientes con los nostálgicos del franquismo, así que imperativamente la misa se ofreció "por todos los muertos de la Guerra Civil". Cosa que ya hacemos desde siempre, porque si había gente que se salvó combatiendo en el otro bando, nuestras oraciones son más necesarias, ya que los de su bando no las ofrecen y se dedicaban a quemar iglesias y matar a los curas. Y si se condenaron, de nada sirve ya rezar por ellos. El Valle de los Caídos se alzó con esa intención votiva y allí fueron a parar combatientes de ambos bandos, cosa que también les molesta. Y la expresiva frase de "Caídos por Dios y por España", que adornó las paredes de tantos templos, ahora está mal vista.
El sacerdote celebrante recordó al principio la intención de la misa, con una llamada a pasar página. Después, ni en las preces ni en el memento de difuntos volvió a recordarlos. No hubo homilía. Al menos pudimos asistir a una celebración correcta y pudimos comulgar de rodillas en el comulgatorio.
De todo ello se habló en corrillos al final, ya en la calle. Por allí vimos a Ramón Rodríguez, Juan Blanco, Federico Villa, José Fernando Silva, Benedicto Martín-Amores, los hermanos Espona, Manuel Galve, Pablo Gasco y otros muchos.
En el restaurante, los jóvenes hicieron rancho aparte. Era posible consumir lo que se deseara, aparte del menú, también a módico precio.
José Luis Corral pronunció un breve discurso aludiendo a la perennidad de nuestros sagrados ideales, al espacio de camaradería y hermandad que nos es dado vivir en medio de estos tiempos apocalípticos. Que nosotros no podemos olvidar, aunque sí perdonar. Es un honor poder defender a Dios y a España en estos tiempos convulsos.
También hizo uso de la palabra María Severiano, que exhortó a orar e impetrar la ayuda del Señor, que no nos ha de faltar.
Al Principio se cantó el "Yo tenía un camarada" y al final "Oriamendi", "Cara al sol" e "Himno Nacional" con la letra de Pemán.
Una grata jornada para quienes no se han sustraído al deber de conmemorarla.