Entramos en Rumanía por el Norte, desde Ucrania. Es la Bucovina, una región histórica muy disputada y guerreada, que ahora se divide entre Ucrania y Rumanía. Fue parte de Moldavia también.
Desde el principio, sin apartarse de la carretera, se ven de continuo imponentes iglesias con su estilo particular, ortodoxo bizantino, aunque a veces las cúpulas no son semiesféricas, sino en torres apuntadas.
Nuestra primera ciudad fue Suceava, de 120.000 habitantes. Fue capital de Moldavia y también capital con los Hagsburgo. Tras la Primera Guerra Mundial quedó reunificada con Rumanía.
Un monumento, flanqueado por banderas europeas, incluida la española, recuerda aquellas luchas y a los que murieron defendiendo la independencia de Rumania.
Pizza y cerveza para comer, por donde hemos aparcado.
Estamos también al lado de una iglesia católica, con la inconfundible imagen de
San Juan Pablo II en la puerta, que visitó esta nación.
Y a la hora de misa, que no nos faltó ni un solo día de nuestra peregrinación, señal indudable de la Divina Providencia de que íbamos por buen camino.
Llegamos por fin al Monasterio de
Petru Voda, donde nos alojamos merced a los buenos oficios de nuestros amigos rumanos en España, a los que conocemos por los actos de la Hermandad Hispano-Rumana que conmemora anualmente las muertes de
Mota y Marín en su monumento de Majadahonda.
Petru Vodă es un monasterio ortodoxo en Rumanía situado en la comuna de Poiana Teiului, en el distrito Neamţ. La iglesia central fue construida en 1990 por el Archimandrita Iustin Pârvu[(preso muchos años en las cárceles comunistas) y fue dedicada a los mártires de las cárceles Rumanas,[] la Iglesia de madera se completó en 1992. Fue pintada en 1994 al año 2000 por el iconografo Mihai Gabor en el estilo bizantino, tanto dentro como por las paredes exteriores.
La Cruz dedica a
Ionel Mota y a
Vasile Marín.
El cementerio del monasterio alberga al sacerdote Gheorghe Calciu-Dumitreasa.Y seguimos recorriendo iglesias y monasterios.
Tenemos un buen guía en algunos de ellos, otro camarada rumano.
Y nos invitan a comer un modesto refectorio de día penitencial en otro de los monasterios. No desaprovechamos la ocasión. Además, cocinan excelentemente.
Como siempre, distinguimos las iglesias católicas por las imágenes esculpidas.
En Buzau la iglesia es más moderna y asisten a esta misa de diario unas 300 personas.
El Ave María es universal.
Uno de los próceres contemporáneos, que escribió sobre los orígenes étnicos de Moldavia.
A veces el arte sugiere formas occidentales, recordan el románico.
En Bucarest nos alojamos en la misma Facultad de Teología Ortodoxa.
Oímos misa en la Catedral católica.
Hay un recuerdo del Papa
Pío XI.
Y del Papa
Francisco, que vino y beatificó a 7 Obispos mártires del Comunismo entre 1948 y 1970. La Iglesia Católica contaba con 1.700.000 fieles antes de la II Guerra Mundial. Ahora son unos 500.000 por la brutal persecución comunista. No todos fueron asesinados, unos se exiliaron, otros fueron obligados a entrar en la Iglesia Ortodoxa. En todo caso, 7 obispos es un número impresionante. En España fueron 12 Obispos y 1 Administrador Apostólico entre 1936 y 1939, pero para un número de católicos de 30 millones y varias docenas de obispos.
Otros lugares de Bucarest:
Nuestra última noche en Rumanía sería en Ostrova, junto al Danubio, en otro monasterio ortodoxo, donde pudimos asistir a la liturgia matinal, donde sólo comulgan niños, ni siquiera los religiosos, pues los adultos deben confesar antes de comulgar.
Ahí está, en Ostrova, la única iglesia católica construida durante el comunismo, en los años de
Ceausescu, arte brutalista.
Nos vamos con ganas de volver. Ha sido mucho, pero nos ha sabido a poco, nos ha dejado ganas de más.
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