Tras la pandemia, un millón de personas ha vuelto a Fátima el 13 de mayo en un espectáculo grandioso de Fe y Esperanza. No podía faltar España, ni su bandera más auténtica, gloriosa y representativa, la del águila de San Juan, que representa el catolicismo por privilegio del Papa a los Reyes Católicos.
La víspera fue el Rosario de Antorchas, espectacular, con cientos de miles de personas en la explanada del Santuario. José Luis Corral, Jefe Nacional del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española, portó la enseña nacional española.
Las velas iluminaban la noche, que estaba fresquita. La Virgen paseó desde la Capeilinha hasta el fondo y volvió tras el Rosario, entre vítores y cantos.
El viernes 13 de mayo, a primera hora, pudimos visitar la Basílica, casi vacía, mientras la explanada se iba llenando con cientos de miles de personas.
Y pudimos rezar ante los sepulcros de los pastorcillos videntes, San Francisco y Santa Jacinta, que ya están canonizados, y la venerable Sor Lucía, por la que conocemos el contenido de los mensajes que la Santísima Virgen dio a la humanidad, a la Iglesia y al Papa.
Desde primera hora se veían las tradicionales estampas de la peregrinación: gente peregrinando de rodillas hasta los pies de la Virgen.
Y el Jefe Nacional con su bandera, listo para participar.
Banderas y estandartes, sacerdotes y obispos, acompañaron la imagen de la Virgen desde su Capillita de las Apariciones, recorriendo toda la explanada hasta el fondo para tomar la dirección contraria y ocupar un sitio preferente en el Altar Mayor, erigido ante la Basílica.
La juventud española también estuvo presente, orgullosa de su bandera nacional con el Águila de San Juan. Los ideales de Acción Juvenil Española llegan a la juventud patriota.
La tarde del 13 era la Basílica la que estaba a rebosar.
Mientras que en la Capeilinha se decía la Misa en español. Pero como sucedió en todas las misas, se dio la comunión en la mano, exclusivamente.
Seguían llegando peregrinos.
Mientras el lentisco de las apariciones ha desaparecido porque la gente empezó a llevarse ramita a ramita, queda al lado el árbol donde los niños guarecían a las ovejas mientras tanto, frondoso y añoso, pero espectacular.
Según anochecía fue llegando gente, pues todos los días, entre el 12 de mayo y el 12 de octubre, se reza un rosario de antorchas a las 9,30 horas de la tarde, hora portuguesa, que va atrasada una hora con respecto a España.
Volvieron a ser miles de peregrinos los que acudieron a la cita, en un ambiente de piedad y devoción.
Se pudo ver a la Virgen bien cerca.
Y volvió el desfile procesional, con una cruz luminosa al frente, banderas, estandartes y velas acompañando la imagen peregrina de María Santísima de Fátima. El conjunto parecía un río de lava incandescente.
El sábado 14 el inmenso conjunto no tenía ya las multitudes de los días anteriores, pero eso permitía recorrerlo con más tranquilidad. El inmenso círculo de hormigón encubre un formidable conjunto religioso.
No sólo una basílica enorme, con capacidad para miles de personas.
Hay otras capillas como esta de la Buena Muerte, en las que se celebra la Santa Misa con bastante frecuencia.
Y un museo donde se conservan fotos, objetos y recuerdos de Fátima en este siglo largo desde el comienzo de las apariciones. Llama la atención la escultura del soldado muerto, en parangón con el Cristo yacente.
Fátima se ha convertido en una ciudad santa, donde multitud de órdenes y obras de apostolado tienen su sede y abundan los nombres santos en hoteles, comercios y residencias.
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