Debemos sentirnos orgullosos, felicitarnos, porque nos hemos mantenido fieles, porque hemos sido incapaces de traicionar o engañarnos; porque, pese a todo y a tanto, nos hemos mantenido inasequibles al desaliento en la celebración de este Acto, referencia fundamentalísima de afirmación ideologica; de recuerdo a dos figura egregias, de las más egregias de nuestra larga historia: José Antonio, asesinado el 20 de noviembre de 1936, y Franco, que fallece el 20 de noviembre de 1975; defensa de la verdadera memoria histórica, y oposición a este sistema basura, que a todas luces está dando sus últimos estertores de vida. Bien es cierto que con un resultado incierto.
Cuarenta y cinco años contemplan nuestra lealtad a unos principios morales, valores irrenunciables: Dios, Patria y Justicia, que constituyen el basamento de un esquema ideológico de orden natural, antiliberal y antipositivista, sustentando en categorías de razón. Y lealtad de reconocimiento y gratitud a las personas que mantuvieron esos principios en nuestro más cercano acontecer histórico espacio-temporal: José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco.
José Antonio, el conferenciante del Teatro de La Comedia, que dotado de un don escaso, el verdadero talento, y pertrechado de una profunda hondura moral, pese a no haber escogido el ejercicio de la política como vocación, salió al ruedo ibérico para dar una respuesta de alternativa sobre los valores que todos compartimos: la Patria, el Pan y la Justicia. Y Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios, porque Dios sí interviene en la historia, actualizando siempre su acción salvadora porque su alianza con el hombre, por Él creado, es para siempre. El comandante legendario de la guerra de África. El Generalísimo de la Victoria de nuestra Cruzada contra el comunismo. El Estadista prudente y sagaz, prudente en la acción de gobierno y sagaz para sortear los innumerables obstáculos internacionales a los que tuvo que hacer frente durante sus 40 años de mandato, consiguiendo para España, con su autoridad indiscutida e indiscutible, el más largo periodo de paz y prosperidad que ha registrado nuestra historia. Y que al fallecer nos deja, en un Testamento inolvidable, el modo, la manera y la forma de conducirnos:
(…) No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria (…).
Y junto a esta doble lealtad, este Acto que hemos venido manteniendo ininterrumpidamente desde 1976 siempre ha reivindicado la unidad de acción política como compromiso frente a un sistema, el régimen del 78, que necesito para implementarse del asesinato del presidente del Gobierno, don Luis Carrero Blanco, y el engaño de una Reforma, que como tal reforma fue votada por el pueblo, pero que ejecutó una Ruptura, dando lugar a un régimen corrupto y corruptor que ha terminado infectando a todas las instituciones del Estado y a la sociedad civil
Ahí tenemos a la Corona, “bóveda que ahorna todo el sistema”, que dicen los cursis, a cuyo representante durante cuarenta años, cargado de abusos y corrupción, se le obligó a abdicar, se le ha expulsado de España y hasta se le prohíbe regresar, a menos que quiera responder judicialmente por sus muchas imputaciones. A la Iglesia (naturalmente nos referimos a la jerarquía), causante principal del ateísmo que hoy impera en España, cuyas estadísticas de religiosidad y práctica espantan. Al Ejército, responsable por omisión de los mil asesinatos de ETA, absolutamente inoperante en la salvaguardia del espíritu nacional, y absolutamente ineficiente en la defensa de la unidad e integridad de la patria, tanto a nivel nacional en Cataluña y Vascongadas, como a nivel internacional en Ceuta y Melilla, donde el Moro mete a su gente y da pasa a la inmigración subsahariana, y hasta se apropia de nuestras aguas territoriales en Canarias, isla que también reclama el primo del Emérito. Amén de contribuir a la invasión extranjera, que es lo que hace nuestra Armada trayendo a cuantos extranjeros quieran venir a España. Y qué decir de la Justicia, pues, que ¡Dios nos libre de caer en sus manos! Ahí tenemos el caso Blanquerna como prueba evidente del destrozo que se ha hecho a la función de juzgar. A las Academias, Colegios Profesionales y demás Asociaciones civiles. Porqué vamos a ver, qué ha dicho de la tergiversación histórica la tan prestigiosa Real Academia de la Historia. O qué el Colegio de Médicos si es verdad que la gestión de la pandemia del Covid-19 llevada a cabo por el Gobierno actual ha sido tan mala.
Así, pues, cuidado con excederse en criticar a los diferentes gobiernos de la Corona que se han venido sucediendo, porque el gobierno de una nación no es todo el Estado.
Ante este triste panorama, es natural que el pueblo esté totalmente perdido, adocenado y a merced del mejor fabulador.
Hablamos de un régimen que hoy se pone la guinda con un Gobierno que ha dividido a los españoles hasta un extremo indecible, que es sectario e irracional y absolutamente inoperante para solucionar nada. Un Gobierno presidido por un psicópata a juicio de expertos psiquiatras, y sostenido por chusma rufianesca y terrorista.
Y esta situación trágica de nuestra patria, sólo apuntada, en el contexto de la presente época de la Posverdad, donde la razón ha perdido su funcionalidad comunicativa para convertirse en un instrumento de la manipulación expresiva y de la tergiversación ideológica. Se impone por ello, más que nunca, buscar el sentido de lo que se pretende, de lo que pretende la élite “discreta” que dirige la Globalización; una élite que viene funcionando desde el Principio del Tiempos, y que se remonta a la caída de Luzbel. Y si esto no lo comprendemos así, si somos incapaces de verlo, perdemos el sentido de la Historia. En definitiva, de lo que pretende, a juicio de nuestro común amigo y escritor Gil de la Pisa, juicio que compartimos muchos, la Sinagoga de Satanás.
De ahí la importancia fundamental de la unidad de acción política a favor de la Unidad Católica de España que se traduzca en el Estado confesional católico. Unidad de acción política hoy circunscrita al campo cultural y a la defensa de la memoria histórica, lo que necesariamente pasa por defender nuestros medios escritos: Siempre P’alante y La Nación, los digitales como El Correo de España, y colaborar con las hermandades, asociaciones y fundaciones que sostienen nuestro ideario; así como mantener la presencia física en cuantos actos de reconocimiento y memoria convenga hacer.
Celebramos hoy la Solemnidad de Jesucristo Rey del Mundo que no es otra cosa que afirmar que la soberanía no emana de los Estados ni de los pueblos, sino de Él, que es el Supremo Señor de las cosas, “al cual necesariamente todas deben estar sujetas y servir; de modo que todos los que tienen derecho de mandar, de ninguna otro lo reciben si no es de Dios, Príncipe Supremo y Soberano de todos” (Inmortale Dei, León XIII).
La Historia del hombre, que es Historia de salvación porque creados por Dios hemos sido redimidos por Cristo, tiene un sentido, un propósito y una finalidad, y todo sirve a lo bueno. Dios tiene tiempo y hace esperar, y el tiempo de Dios, como decía mi madre, es perfecto. Aunque también nosotros, como le ocurre al salmista (Salmo 93, 3), interroguemos a Dios diciéndole: “¿Hasta cuándo, Señor, los culpables, hasta cuándo triunfarán los culpables?”, porque tenemos la impresión de que triunfan los culpables y los malvados.
Repito. Debemos sentirnos orgullosos, felicitarnos, porque nos hemos mantenidos fieles…
¡Viva Cristo Rey!
¡Adelante España!
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