Una escuadra de abanderados se situó al pie de la escalinata central del monumento desde poco antes de la hora señalada para el evento, a las 6 de la tarde.
El Fundador y Jefe Nacional del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española, José Luis Corral, se situó en el centro de la formación con un ramo de 5 rosas rojas.
A los sones del Toque de Oración militar, con un sonido espléndido, gracias a la megafonía, la comitiva subió la escalinata central del Monumento.
En su verja fue colocado la simbólica ofrenda floral. Presidía la enseña nacional, con su escudo señero, el del águila imperial, flanqueada por la antigua bandera de España, la de la Cruz de San Andrés o de Borgoña, junto a otra con el Sagrado Corazón de Jesús. Del otro lado, las banderas del MCE y AJE.
En primer lugar se rezó un responso por el alma de los muertos del 2 y 3 de mayo de 1808 y también por todos cuantos dieron su vida por España a lo largo de los siglos.
Fueron llegando camaradas y amigos, con cierta curiosidad de los viandantes y también de los ocupantes de los vehículos que circulaban por la calzada, que no pocas veces expresaron su apoyo con Vivas a España. No hubo ninguna muestra de rechazo.
José Luis Corral pronunció un breve discurso. Explicó que desde los tiempos del Paraíso, el Diablo se disfraza y pronuncia bellas palabras para hacernos caer en la tentación: no moriréis, conoceréis la Ciencia del Bien y del Mal, seréis como dioses. Pero tuvimos el Pecado Original y la expulsión del Paraíso, convirtiéndose la Tierra en un Valle de Lágrimas.
Así también el mal llamado Siglo de las Luces trajo voces de Libertad, Democracia, Derechos Humanos, el fin de la opresión y del oscurantismo. Pero nos trajo la Revolución Francesa, con la guillatina, en la que perecieron los Reyes y la Aristocracia, los católicos y todos cuantos se oponían a la Revolución, y también a los propios revolucionarios como Dantón y Robespierre. Fueron las matanzas en La Vendée y en los barcos atestados y hundidos a cañonazos en los ríos. Fue El Terror.
Y eso nos llegó a España y no tardó en mostrar su faz impía, razón por la que fueron combatidos por un pueblo que sabía teología, que comprendía muy bien los intricados argumentos de los autos sacramentales. A la vez que odiaban la historia de España, como demostraron en la destrucción de la gran tumba del Gran Capitán en los Jerónimos de Granada, semejante a la de los Reyes Católicos en la Capilla Real de la Catedral.
Eso mismo nos prometieron ahora, Democracia, Libertad, Prosperidad, Justicia, para derribar el Estado Católico de Franco. Pero nos ha venido la matanza de inocentes en el vientre de sus madres, a razón de 100.000 legalmente cada año. Y la destrucción de la familia y de la pequeña y mediana empresa, la juventud corrompida y el pueblo que sufre el paro, la delincuencia, la droga y los impuestos abusivos. Mientras se resquebraja la unidad nacional con un separatismo cada vez más osado y agresivo. Y nuestra economía y nuestros ejércitos, como los políticos, están supeditados a poderes mundialistas internacionales, unos visibles como la Comunidad Económica Europea y el Fondo Monetario Internacional y otros ocultos en la Conferencia Bilderberg, la Trilateral o el Club de Roma. Mientras sufrimos una invasión multicultural, especialmente la musulmana, que amenaza con retrotraernos a los tiempos anteriores a los Reyes Católicos.
Por eso, hoy como ayer, se hace necesario luchar como lo hizo el pueblo de Madrid en 1808. Como entonces, al margen de las autoridades, que hoy son afrancesadas, liberales, contrarias a nuestro pueblo y nuestra Tradición. No hay un solo escaño del cercano Congreso que esté ocupado por alguien que no sea mundialista y que se identifique, no con el pueblo de Madrid, sino con los invasores. Nuestra lucha ahora no es con navajas, cuchillos y arcabuces, sino con la palabra, el testimonio, el ejemplo y los símbolos. Por eso estamos hoy aquí, para alertar a los españoles con el mismo grito del Alcalde de Móstoles, don Andrés Torrejón:
"Españoles, la Patria está en peligro. Acudid a salvarla". ¡Viva España!
A continuación, se recitó colectivamente la "Oda del 2 de Mayo", de Bernardo López García.
Por último, el Himno Nacional, cantado con la letra de José María Pemán.
Después, mientras se recogía, la megafonía volvió a emitir la "Oda del 2 de Mayo", recitada por la voz insuperable de Carmen Apolo, jotas y aires de Aragón, en un ambiente alegre, festivo y patriótico a más no poder.
Hubo una visita a Jesús de Medinaceli, para agradecerle y rogarle. Y a la taberna, como no podía ser menos tratándose de madrileños. Entre chistes, canciones y vivencias, unos momentos de camaradería que resultan muy satisfactorios, a la vez que nos conocemos mejor, contamos anécdotas, recordamos viejos tiempos y nos animamos mutuamente.
Por allí cerca, las figuras militares del pasado siglo XX nos contemplan. Curioso. No nos resistimos a traerlas aquí.
No deja de ser curioso cómo se tiene de Francia una imagen correspondiente a los ideales surgidos de la Ilustración y la Revolución Francesa si cuando uno tiene la oportunidad de viajar por todo su territorio nacional se encuentra incluso más apego a la Tradición Europea (Patria, Religión, Familia) que en España, una sociedad que siempre ha sido religiosa de puertas afuera. Especialmente desde el Barroco y la decadencia imperial (cuando se nos empezó a tomar por el pito del sereno) con tintes más folklóricos que canónicos.
ResponderEliminarTampoco pasa inadvertida la figura de Napoleón Buonaparte, originario de Córcega, una isla que en el siglo XVIII era culturalmente italiana-sureña y árabe, que como sabemos son sociedades poco dadas al libertarismo tradicionalmente. De hecho la familia Buonaparte ofrecía su ayuda a las milicias guerrilleras de Paoli, que cometía atentados contra las fuerzas del Reino de Francia que hacía relativamente poco habían tomado el control de la isla.
Entonces, de dónde vino el cambio de actitud de Napoleón? Es cierto que su padre ya empezó a mirar con mejores ojos la ocupación francófona y dejó de confiar en los métodos de Paoli, pero bien podría ser un caso del típico advenedizo/trepa, figura tan arquetípica de nuestra área cultural.