115 mártires de Almería han sido beatificados el sábado 26 por el Papa Francisco, que mandó al Cardenal Ángelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, para representarlo.
La mayor parte son sacerdotes, pero no faltan católicos comprometidos, familiares de los mismos sacerdotes y hasta una gitana de 23 años, maltratada hasta la muerte por no revelar quiénes eran las que le habían enseñado a rezar el Rosario. Embarazada, dio a luz sin que se haya sabido nada de su hija recién nacida, y murió por las penosas condiciones y la inhumanidad con la que fue tratada, en enero de 1939. Emilia "La Canastera" es así la primera mujer gitana beatificada y se une al "Pelé", también gitano, asesinado en Barbastro por llevar rosario y defender a un sacerdote maltratado.
Estos beatos demuestran hasta la sociedad la extensión de aquella persecución por todos los rincones de la geografía nacional donde dominaron los rojos, que afectó no sólo a sus enemigos políticos y a matarse entre ellos mismos como bestias sanguinarias, sino que pretendió la completa eliminación de la Iglesia Católica. Y que no fue cosa de poco tiempo, de la exaltación de un momento, sino que se prolongó durante todo el periodo bélico, incluido el año 1939, ya al final. Y que había comenzado en 1931, recién advenida la nefasta II República.
Para la gran ceremonia se habilitaron 6000 sillas en el Palacio de Congresos de Aguadulce, por lo que fueron unos 6000 los asistentes, ya que si bien no se ocuparon algunas del final, se compensan con los que estuvieron de pie o acometiendo servicios de orden y seguridad, periodistas y clero del Altar.
Dos centenares de sacerdotes y una treintena de Obispos, el Presidente de la Conferencia Episcopal, Cardenal Blázquez, y el Nuncio en España, Monseñor Fratiní, acompañaron al Cardenal Legado, Monseñor Amato, que estuvo siempre rodeado del Obispo de Almería, Adolfo González Montes, y del Arzobispo Metropolitano de Granada, Javier Martínez Fernández.
La estructura del Palacio de Congresos tiene un enorme armazón de hierro, con escaleras que aupan una gran plataforma, pero que interrumpe por la mitad la inmensa nave. Nos vimos obligados a situarnos en la parte posterior, pero numerosas pantallas de gran tamaño fueron retransmitiendo toda la ceremonia, que pudo seguirse con facilidad por los miles de personas, además de un gran sonido.
El acompañamiento musical fue magnífico, con una orquesta mixta y varios coros.
Se interpretó un nuevo Himno en honor de los Mártires. Su autor es el Canónigo almeriense D. Juan Torrecilla.
El Obispo de Almería leyó la súplica al Sumo Pontífice para que se digne inscribir a los Venerables Siervos de Dios en el número de los Beatos.
Y el Cardenal Amato leyó en latín el Decreto que así lo disponía.
Tras lo cual, fue descorrida la cortina que cubría el cuadro que representa a los 115 mártires, que a partir de ese momento pueden ser venerados como tales por todos los fieles cristianos.
El Cardenal Amato predicó recordando el ejemplo de estos mártires, en unos tiempos en los que esta tierra que había dado tantos misioneros, santos y fundadores de órdenes y congregaciones, vio como se desataba una terrible persecución, como tres caballos del Apocalipsis, rojo, negro y verde, que traían guerra, persecución y muerte.
A veces tenemos la impresión de que vuelve esa persecución, aunque de forma más solapada, en los momentos actuales.
Tras la ceremonia, se produjo la salida de la misma forma en que se hizo la entrada, en procesión con Cruz alzada, clero y Obispos. En la imagen puede verse al Auxiliar de Madrid, Monseñor Martínez-Camino, que está trabajando mucho por la Causa de los Mártires.
La delegación del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española estuvo presente entre el público.
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