Discurso 12-O 2015
Compatriotas, hermanos, camaradas y amigos:
Cualquiera puede reconocer en un mapa o en una fotografía
hecha desde el espacio, la existencia de una Península en el extremo
suroccidental de Europa. Una Península Ibérica que forzosamente habría de ser
una unidad política como lo es geográfica. Así lo dispuso el Creador.
Nos separa la misma frontera con Francia, nos ampara la misma
cordillera de los Pirineos, aunque no olvidemos los territorios irredentos,
injustamente usurpados, más al Norte. Nacen allí nuestros ríos que van a dar al
gran Ebro, que brota en las montañas cántabras y que fertiliza Castilla,
Vascongadas, La Rioja, Navarra y Aragón, yendo a morir a Cataluña.
Nos baña el mismo Mare Nostrum y viene el Sol a visitarnos a
la misma hora.
El Arco de Bará es como el de Medinaceli, el acueducto de
Tarragona como el de Segovia, su teatro como el de Mérida.
Iglesias y castillos, románico y gótico, renacentismo y
barroco nos hablan de un mismo sentir, de una misma fe, de un mismo pueblo.
Jamás de los jamases ha existido una nación o un reino de
Cataluña. Jamás ha habido una España en guerra contra Cataluña o al revés.
Jamás España invadió Cataluña.
Por el contrario, hace más de 2.000 años que el territorio
que ahora llamamos Cataluña formaba
parte de España, dicha Hispania en latín, que fue la lengua común durante
varios siglos. Así lo confirma el historiador griego Herodoto, del siglo V
antes de Cristo. Así lo confirma la Biblia en los Macabeos, 126 años antes de
Cristo. Así lo confirma San Pablo en el Nuevo Testamento, que anuncia por dos
veces su venida a Hispania, honrando con su presencia esta Península y
constando su presencia aquí, en lo que entonces se llamaba la provincia
Tarraconense de la Hispania romana.
Todas las vicisitudes de esta tierra han sido exactamente las
mismas que las del resto de la Península durante 2000 años. Entraron los íberos
por el sur, los celtas por el norte. Llegaron griegos, fenicios, cartagineses y
romanos. Las guerras púnicas, la dominación romana, la invasión de los godos,
que tras Tolosa instalan su capital en Barcelona, con Ataúlfo como primer Rey.
Luego la pondrían en Toledo por estar en el centro geográfico de la Península.
La conversión de Recaredo en el 589 y la Unidad Católica, la invasión de los musulmanes
en el 711, la Reconquista, la expansión mediterránea con el Reino de Aragón, la
Unidad Nacional de España , la expulsión de los judíos y los moriscos, el
Descubrimiento y Civilización de América, las guerras de religión en Europa en
defensa de la Fe Católica contra protestantes y turcos, la Guerra de
Sucesión, la invasión de los franceses,
la pérdida del Imperio, las guerras carlistas, la Desamortización, la última
guerra civil, el Régimen de Franco y la funesta democracia que padecemos.
Todo lo hemos vivido juntos y mezclados, catalanes y el resto
de los españoles. Mezclados en sangre y apellidos, unidos en lo fundamental, en
costumbres cristianas y en unidad católica. Con algunas peculiaridades
regionales, principalmente la lengua.
Digámoslo una vez más. Todas las lenguas que se hablan en
España son españolas, y aun algunas ya muertas. Todas merecen nuestra
consideración y respeto. Pero es necesaria una lengua que nos comunique a todos
y que a la vez nos sirva para nuestra proyección internacional. Esa labor la
cumplió más de 1.000 años el latín. Y desde hace siglos la cumple el
castellano, que es el español por antonomasia.
Y las otras lenguas con similitudes con el catalán, como el
valenciano, mallorquín, menorquín e ibicenco, demuestran que los catalanes
también están imbricados en el común proyecto español de la Reconquista y
repoblación de las tierras recuperadas de los musulmanes, bajo el signo de la
Corona de Aragón.
Cataluña es de todos los españoles, de todos. Como el resto
de España es también de los catalanes tanto como de los demás españoles.
España es nuestra Patria común e indivisible. Lo reconoce, no
lo crea, la Constitución actual.
Por eso el separatismo es un crimen de lesa Patria. Es alta
traición.
Por eso, como decía José Antonio, “el separatismo es un
crimen que no perdonaremos”.
Llegados a este punto, quisiera que pensarais si en estos
años de debates entre los partidarios de la independencia de Cataluña y los que
no están conformes, habéis escuchado alguna vez estas verdades rotundas que os
acabo de exponer.
Por el contrario, los argumentos se rebajan a hablar de las
consecuencias económicas, si sería más o menos rentable la separación, si el
euro, si la Comunidad Económica Europea, si las pensiones o si las empresas.
Como si no importara nada la Patria. Como si, caso de ser más
rentable, se favorecería la independencia incluso por parte de los que se
oponen.
Parece no importar nada la Historia, la sangre, el heroísmo,
el trabajo, la sabiduría derrochados por nuestros ancestros, ni nuestra
obligación de defender y engrandecer a la Patria común.
No se sabe qué produce mayor indignación, si la osadía de
esos traidores que quieren romper nuestra Patria o la ovejuna resignación de
los llamados a defender su Unidad e integridad.
Debates amistosos, incluso del Ministro de Asuntos
Exteriores, que es el único ministro por definición que no puede participar en
un debate sobre un asunto interior. Sin un gesto de condena, sin un enfado, sin
descomponer el gesto, como los sordos que asistieron a la monumental pitada al
Himno de España, empezando por el actual Jefe del Estado. Pensaría que “a
silbidos necios, oídos sordos”, o bien ocurre que “todos los Borbones son
sordos”. Por lo menos, la rama liberal y de Puigmoltó. Aquí no pasa nada, aquí
no se mueve nada, aquí todo se tolera, todo se aguanta, todo se traga.
Los únicos intolerables somos nosotros. Los que defendemos a
España y enarbolamos su bandera, sobre todo si lo hacemos con la gloriosa
águila de San Juan, don precioso de los Reyes Católicos y que significa muy
bien la defensa del Escudo. Porque unen mucho más las garras del ave majestuosa
y rapaz que las frágiles flores de lis, eso está claro.
¿Y del Ejército? ¿Alguien sabe algo del Ejército? ¿Existe el
Ejército?
Pues a mí me han dicho que sí. Y me han dicho que los
militares podrían estar dispuestos a cumplir el sagrado deber que les demanda
el honor y el amor a la Patria, reconocido también por la Constitución actual
en su artículo 8.
Y nosotros, los que estamos aquí, también estamos dispuestos
a cumplir ese sagrado deber. Tomen nota políticos y militares.
Y tomen nota los separatistas y la población en general.
¿Alguien ha hablado de conflicto bélico y de las trágicas consecuencias que
ello podría tener? ¿Por qué no se habla de esto en ningún debate?
Quizá alguien debería hablar de cierta profecía que conocí
hace poco tiempo, en la que el Ángel Custodio de España (porque España tiene un
Ángel Custodio; Cataluña, no) revelaba a un alma escogida que habría una guerra
y que de Barcelona no quedaría piedra sobre piedra, además de otra ciudad que
el Ángel no tenía permitido revelar.
Alguien tendría que hablar en esos debates de un exilio que
ya se ha producido en gran medida, pero que podría ser de proporciones
bíblicas. Alguien tendría que hablar de fronteras, de familias separadas como
las de las dos Coreas, porque a todo eso nos podría llevar la locura
separatista.
Parea impedir tantas desgracias, es necesario que el Estado
ponga en práctica el artículo 155 de la Constitución, suspendiendo la Autonomía,
porque “se está actuando de forma que atenta gravemente contra el interés
general de España”.
Y es necesario que el Estado retome las competencias en
Educación, para que se deje de inculcar en los niños y en los jóvenes el odio y
el rechazo a España, manipulando la Historia.
El Estado debe promover, a través de la enseñanza y de los
medios de comunicación, el conocimiento de nuestra Patria, de nuestra Historia,
de nuestras tradiciones, de modo que todos se sientan orgullosos de ser
españoles, “una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”, como
decía también José Antonio.
Porque nosotros no queremos imponer a nadie que sea español.
Por el contrario, somos muy exigentes con el derecho a la nacionalidad
española. No puede ser español quien no siente, ni piensa, ni conoce, ni ama a
España. No basta con vivir aquí.
Hay que despojar de la nacionalidad española a cuantos
manifiestan su desprecio y rechazo a España. Con lo cual perderían sus derechos
políticos, no serían electores ni elegibles. Y se acabaría así de un plumazo
con el coñazo separatista en todas las instituciones. Se les daría un estatuto
de apátridas, sin menoscabo de sus derechos civiles, que no políticos. Y si
delinquen, a la cárcel. Y Sanseacabó. Y al que no le guste, ancho es el mundo.
Y lo mismo con los partidos, asociaciones o entidades de cualquier tipo que
fomenten el separatismo: multazo, disolución y tentetieso.
Y para conseguirlo, españoles, hay que unirse, hay que
alistarse, hay que rezar, hay que luchar, hay que apostar por LA COALICIÓN
NACIONAL.
¡¡¡ VIVA ESPAÑA !!!
¡¡¡ VIVA LA HISPANIDAD !!! ¡¡¡ ARRIBA ESPAÑA !!! ¡¡¡ VIVA LA VIRGEN DEL PILAR !!! Y ¡¡¡ VIVA CRISTO REY !!!