Discurso de José Luis Corral en la
Plaza de Oriente el 23-11-2014
¡Señor, abre mis labios! Y mi boca
anunciará tus alabanzas. (Salmos, 51-17)
Compatriotas, camaradas y amigos:
Hemos vuelto a este escenario augusto
e imperial de la Plaza de Oriente por una España mejor. Porque este recinto nos
habla de independencia, rebeldía y libertad desde un lejano 2 de mayo de 1808 y
luego en torno a nuestro Caudillo Franco. Y porque muerto éste aquí nos hemos
reunido anualmente, salvo cuando fue imposible y hubo que hacerlo por el Paseo
de la Castellana y en la Plaza de San Juan de la Cruz.
Volvemos aquí porque aquí está la
conciencia viva de la España auténtica, cada vez que nos reunimos.
Hemos vuelto porque tenemos memoria.
Y memoria agradecida. Verdadera memoria, que es la adecuación del entendimiento
a la realidad de los hechos que sucedieron. Y tenemos muchos motivos para estar
agradecidos.
Lo contrario de esa memoria sectaria
y mentirosa de los socialistas, que pretenden precisamente lo contrario, que no
se recuerde, quitando monumentos y nombres, borrando los vestigios que les
delatan.
Nosotros no podemos olvidar a un
aristócrata que “no hizo lo que le daba la gana”, como la que acaba de morir
este 20-N, la Duquesa de Alba. Que dicen que ayudó mucho a los pobres y
protegió el legado artístico y hasta emprendió la explotación de las tierras
para engendrar riqueza. Si así fue, Dios se lo premiará.
Pero José Antonio Primo de Rivera
dijo que “la vida no merecería la pena vivirse si no era para entregarla por
una causa grande”. Y como su palabra y su doctrina eran tan vivas y tan
luminosas, era un Profeta. Y los profetas no pueden vivir. No podían dejar que
viviera. Tenía que morir. Y murió a los 33 años, tras empezar su vida política
a los 30. Como Jesucristo, Nuestro Señor.
Murieron por culpa del mismo Sanedrín
que se prolonga a través de los siglos, con muchos tentáculos.
Pero ignoran los hijos del Maligno lo
que nos enseñó el Divino Maestro, que “es necesario que el grano de trigo caiga
a tierra y muera para dar fruto” (Juan, 12-24), trocando su designio de muerte
en redención y salvación.
Y así la doctrina y el ejemplo de
José Antonio se han difundido en el tiempo. Muchos de los que le siguieron han
estado aquí entre nosotros y han hablado en esta misma tribuna de la Plaza de
Oriente, dando testimonio hasta el final después de haber rendido grandes
servicios a España y a los españoles, sin haberse jubilado y retirado a
descansar cuando ya no tenían esas responsabilidades. Señalaré a cuatro de
ellos:
-
Pilar Primo de Rivera, que al frente
de la Sección Femenina hizo una tarea impagable al servicio de la mujer
española, de la familia, de la auténtica femineidad, del folklore, la cultura y
el hogar.
-
José Antonio Girón de Velasco, al que
deben gratitud imperecedera todos los trabajadores españoles, que creó la
Seguridad Social, los convenios colectivos, el empleo fijo, las vacaciones, la
limitación de los horarios, el descanso semanal, eso que ahora se va perdiendo
y tanto se echa de menos.
-
Raimundo Fernández-Cuesta, siempre al
servicio de España y de la Falange, que reconstruyó ya octogenario.
-
Y el gran patriarca, nuevo Moisés,
que nos condujo por el desierto en los años penosos de la transición y de la
traición, camino de la tierra prometida que aún no hemos conseguido pisar, Blas
Piñar. Que nos alumbró con su verbo hasta que el Señor lo llamó a su presencia
en el día regido por otra inteligencia supina, Santo Tomás de Aquino.
Y guardamos memoria de un hijo
sencillo del pueblo español, que a los 14 años entró en la Academia de Infantería
y en África destacó tanto en la guerra que se convirtió en el general más joven
de Europa y en la espada más limpia de Europa, en decir del General Petain.
Él cofundó la Legión Española y la
Academia General Militar de Zaragoza. Él salvó a España en un momento de crisis
como no la había habido desde la invasión musulmana, derrotando al comunismo,
socialismo, anarquismo y separatismo. Y nos condujo por vías de unidad,
grandeza y libertad aplicando las doctrinas del Tradicionalismo y del Nacional-Sindicalismo.
Gracias a él los españoles gozamos una época de paz, prosperidad, moralidad,
seguridad y tranquilidad.
Pero como su obra había de continuar,
buscó una forma de sucesión que cuajó como la Monarquía Católica, Tradicional,
Social y Representativa, que juró por Dios su heredero. Las razones de que
fuera elegido el que lo fue son largas de explicar en este momento, pero quien
quiera conocerlas puede leer el libro de otro orador insigne de esta Plaza, el
historiador Francisco Torres, “¿Por qué Juan Carlos?”, editado por Fuerza
Nueva.
Pero aquel hombre traicionó y perjuró
y al cabo nos ha dejado una España arruinada, dividida, inmoral, sojuzgada e
invadida. No os voy a desgranar ahora todas las desgracias que sufrimos, pues
ya lo han hecho brillante y suficientemente los oradores que me han precedido.
Surtió efecto la solemne maldición de
la Plaza de Oriente proferida el año pasado; quiso Dios escucharla, porque este
tribuna es cátedra y es oráculo también.
Ahora nos toca reconstruir y salvar a
España. Pero no se hará de modo distinto a como se hizo siempre, porque ya lo
dicen las Escrituras:
“Nihil novum sub sole” Nada nuevo
bajo el sol. (Eclesiastés, 1-9)
Y desde luego, no es nada nuevo ese
engendro que ha parido esa vieja prostituta, la democracia, con tres padres que
son comunismo, socialismo y anarquismo: el Podemos del coleta. Eso no es nada
nuevo. Eso es lo peor de lo peor, la hez de la tierra, el batasunismo, el porro
y el botellón, el odio a España y a la religión cristiana, a la moral y a
cuanto queda en pie de nuestra Tradición.
Desde esa Tradición hemos de
construir. En primer lugar, con la Fé Católica, que como decía la primera Norma
Programática de la Falange, “la interpretación católica de la vida es, en primer
lugar, la verdadera. Pero es además, históricamente, la española”. Y como decía
el título II de la Ley de Principios del Movimiento de 1958, “La Nación
española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de
Dios, según la doctrina de la Santa
Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la
conciencia nacional, que inspirará su legislación”.
Por eso, en este Día de la Festividad
de Cristo Rey, que coincide felizmente con la celebración del 20-N, tenemos la
seguridad de que estando a sus órdenes obtendremos la victoria, con toda
seguridad. Vencimos y venceremos, aunque no conozcamos la fecha.
Lo haremos con estas mismas banderas
que reflejan nuestros ideales, con la asistencia de nuestros caídos y de todos
nuestros camaradas que ya no están entre nosotros, pero que seguro que ahora
mismo están asomados a las balconadas del cielo, sentados entre esas nubes,
asistiendo a este acto, porque nos une una comunión indestructible con los que
nos precedieron y los que han de venir.
Tendremos, sí, que extirpar ese
cáncer de las autonomías, y privar de la nacionalidad española a los que no
quieren ser españoles, pero sin dejarles la tierra que es de todos. Y hemos de
hacerlo por un camino de unidad que ya ha comenzado con “La España en Marcha”.
Españoles, no os contaminéis con el
mal menor ni con el voto útil, para que nuestra lucha sea limpia y agradable a
Dios.
Por nuestros caídos, por nuestros
muertos, por Dios y por España,
¡¡¡ Arriba España !!! ¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!