El desesperado esfuerzo de los escorzos fotográficos y televisivos para ocultar los huecos y presentar la presentación en sociedad de quien se titula como Felipe VI, la realidad es que el pueblo español no se volcó en apoyo del rey democrático y constitucional.
La Plaza de Oriente no registraba ni un cuarto de entrada, a pesar del inmenso espacio dejado entre Palacio y el público, con toda la calle Bailén despejada. Sólo algunos cientos de marujas curiosonas, jubilatas aburridos, turistas sorprendidos y fuerzas de la seguridad del estado de paisano.
Al paso por la Gran Vía puede observarse la hilera de espectadores, bien magra, mientras la gente camina indiferente por las aceras mientras pasa el coche descubierto y la escolta a caballo.
Será bueno observar el contraste con otros momentos de nuestra historia reciente, la que hemos vivido muchos que aún tenemos memoria.
Ahí está la misma Plaza de Oriente, desbordante y prieta con un fervor inigualable en torno a su Caudillo.
Puede observarse que también presenció aquello el heredero, Juan Carlos, que ya había jurado por Dios los Principios del Movimiento y las Leyes Fundamentales del Reino.
Incluso después de muerto Franco, así eran las inmensas concentraciones en su recuerdo, los 20-N, que aún se siguen celebrando. La multitud llegaba por la calle Bailén hasta la plaza de España por un lado y hasta la Almudena por el otro. Y por las calles del fondo, hasta la plaza de Isabel II.
A continuación podemos ver el recorrido triunfal de la selección nacional española de fútbol en su paseo por Madrid en olor de multitudes.
