Tras mucho tiempo de sequía, empiezan a aparecer películas
históricas sobre las vicisitudes que sufrieron los mártires españoles del siglo
XX, durante la II República Española y la subsiguiente Guerra Civil provocada
por el proceso revolucionario puesto en marcha por masones, socialistas,
comunistas, anarquistas, separatistas y republicanos en general. Y demás ralea,
como decía Pío Baroja.
Por haberse resistido los patriotas españoles más
conscientes y por haber sucumbido docenas de miles de mártires sin renunciar a
su Fe, aquel proceso revolucionario terminó en Guerra, transformada en
auténtica Cruzada Nacional de Liberación merced al espíritu católico del bando
nacional, acaudillado por Franco. Sin duda, la atroz persecución religiosa
contra la Iglesia Católica, masacrada literalmente en sus personas y en sus
edificios en la zona roja, en contraste con la fe vivida combatiente y
militantemente por la zona nacional, dio el carácter de guerra religiosa al
conflicto, que levantó pasiones y las sigue levantando entre las dos estirpes,
la de los Hijos de Dios, y la de los hijos de Satanás.
De manera que recordar aquellos hechos, ponerles nombres y
caras, situarlos en la geografía y en el espacio, es de suyo una tarea
meritoria y nobilísima que nunca agradeceremos lo bastante.
Es lo que hace la película “Bajo un manto de estrellas”,
contando parcialmente lo que les pasó a los dominicos de Almagro, en la
provincia de Ciudad Real.
Ahora viene el Pero…. Los guionistas, en este caso mi amigo
el dominico José Antonio
Martínez-Puche, pretenden ser amables, no inquietar a nadie, no culpabilizar,
no mostrar su dedo acusador en ninguna dirección. Que no se molesten los asesinos de
entonces y sus secuaces contumaces de ahora, los que no se arrepienten, ni se
arrepentirán jamás, sino que siguen lanzando acusaciones y denuestos, tratando
de debilitar y atacar a la Iglesia Católica por mil medios imaginables e
inimaginables, desde la infiltración a la subversión, desde el halago a la
amenaza.
Otra vez como con los mártires de Barbastro, no existen
socialistas ni comunistas, la culpa es sólo de los anarquistas y su ateneo
libertario. Seguro que en Almagro no había Casa del Pueblo ni Comité Popular
con todos los partidos republicanos. Sólo anarquistas, cuatro, brutos,
ignorantes. Cuatro malos que hacen todo el mal. Y dos buenos que hacen lo que
pueden y son buenos aunque estén con ellos. Y un alcalde que no se sabe de qué partido es,
oportunista, camaleónico, sin escrúpulos, falso y cínico. Claro que con esos
datos, no hace falta decir de qué partido es. Socialista de toda la vida.
Me dirán que el presupuesto, que no había dinero para más
extras ni más atrezzo, pero el caso es que la realidad fue muy distinta. No
fueron 4 pelagatos, fueron miles y miles, pues toda la chusma que votaba rojo
era roja y toda ella participaba de los mismos sentimientos sanguinarios. Y
azuzaban a los matarifes. Y denunciaban a los huidos. Y aplaudían y vitoreaban
las crueldades. Eso sí, esta vez las crueldades son más evidentes, más
recreadas, más sanguinarias, con castración incluida, pero sin que puedan verse
mas que las pantorrillas del emasculado, púdicamente oculto tras el hábito, a
modo de cortinilla de quirófano. Eso sí, la historia sube un peldaño feminista,
con la mujer castradora y sus tijeras, una de esas “tiorras del Frente
Popular”, como las denominó Miguel de Unamuno.
Por otra parte, los mártires dominicos, como ayer los
claretianos de Barbastro, parecen extraídos en una probeta de laboratorio,
aislados de todos, sin mezcla ni adulteración alguna, no sea que se vean
contaminados políticamente. No había otros mártires sino ellos. Bueno, sí, una
mujer, religiosa también, a la que primero intentan emparejar obscenamente con
uno de los frailes. No se
preocupaban de nada más que de sí mismos y de los que les podría pasar. La
palabra España no
aparece, como no aparecía en “Un
Dios prohibido”. No les preocupaba España, ni la falta de
culto, ni el triunfo de los cruzados nacionales. Ni siquiera parecen saber a
qué se debe lo que les ocurre. Como si al pueblo hubieran llegado de pronto
unos malotes mejicanos de esas películas de espagueti-western, con sus trinchas
cruzadas repletas de balas, sus generosos bigotes y sus enormes sombreros,
haciéndose con el control. Estos también van mal afeitados, son bebedores y
sustituyen los sombreros por gorras, pero hacen el mismo papel de fetiches del
mal. Son los malos. Ellos solos.
Y cómo lloran los pobrecitos frailes. Se pasan la película
lloriqueando, dando lástima. No me cuadra nada con su viril testimonio y no lo
he leído en ninguna crónica martirial. ¿Es que llorando son menos fascistas?
Seguramente.
Por cierto, lo de fachas, que tanto se repite en la
película, es más de ahora. Entonces se decía fascistas, sin remilgos. Y lo de
“¿sabes qué?” es propio de anglicismos mal traducidos. Aquí se decía “¿sabes
algo?” o “¿sabes una cosa?”. Los detalles también cuentan.
Y los buenos son sólo los dominicos. Ni el párroco,
asesinado desde la cárcel de Ciudad Real, el 24 de Octubre. Ni el hermano
franciscano que fue asesinado el 30 de julio con los 3 primeros dominicos, en
Miguelturra, cuando viajaban con los “salvoconductos para la muerte”. Incluso en la
escena aparecen 3, obviando al franciscano Felipe Perea. Eso sí, por lo menos
mueren gritando “Viva Cristo Rey”, escena que vuelve a repetirse con el hermano
cocinero Arsenio de la Viuda al final, con el grupo más numeroso.
Tampoco se narra que una parte de los dominicos de Almagro
fueron llevados a la Dirección General de Seguridad, luego a la Modelo, luego a
Ventas y asesinados 4 de ellos en Paracuellos del Jarama. Se trata de los más
jóvenes, los menores de 20 años, los únicos que los anarquistas permitieron que
se llevara la
camioneta llegada desde Madrid.
Ni se cuenta lo que relata el Padre dominico Luis Alonso Getino sobre
este preciso suceso del fusilamiento final en su obra “Mártires dominicos de la
Cruzada de España” (ese sí es un buen título, mejor que lo del manto de
estrellas), publicado en Salamanca en 1950:
“El mismo juez encargado de los procesos incoados a la
llegada de los nacionales nos aseguró que una porción de harpías, porque no
podemos llamarlas mujeres, vinieron pronto a contemplar los estertores de los
mártires y a bailar sobre sus cadáveres”.
Así que no fueron 4 los culpables. De momento, en “La
Historia de la persecución religiosa” de monseñor Antonio Montero Moreno se habla de 50 escopeteros que
acompañaban a los 13 mártires finales por las calles de Almagro.
Es como contar la Pasión de Cristo sin hablar de Anás, Caifás,
el Sanedrín y Poncio Pilato. Sin Judas y su horca. Como si los responsables
fueran los sayones que prendieron a Jesús en el Huerto de los Olivos y la única
culpable la oreja de Malco.
Una cosa es tapar piadosamente los genitales de Cristo y
otra muy distinta tapar a los gentiles y a los fariseos que lo torturaron y
crucificaron.
José Luis
Corral