Mientras, el ciudadano sufre las consecuencias de una política migratoria desastrosa, de una laxitud con la delincuencia desesperante, docenas de detenciones para nada.
Traficantes de droga, delincuentes y bandas de todas las procedencias, robos, carteristas, okupaciones de viviendas privadas en cuantos sus dueños las dejan unos días. Una ciudad que da miedo. A eso se debe dedicar la Policía, a combatir la delincuencia, a asegurarnos una capital digna de tal nombre, un Madrid limpio, seguro, donde la gente pueda pasear sin que la asalten.
Los menores extranjeros deben ser reintegrados a sus propios países, que son los que tienen la obligación de cuidarlos. Nos cuestan mucho dinero y delinquen con mucha frecuencia, aunque no queremos generalizar ni criminalizar a todos por su procedencia. Seguro que hay personas estupendas, pero la Policía debe controlar a los delincuentes, identificarlos y neutralizarlos, aunque no basta la Policía. La Justicia y las Leyes son fundamentales.
A partir de los 14 años, los varones problemáticos, sin familia en España, que no han podido ser enviados a sus países, se pondrán al cuidado de la Legión, o de Regulares, que harán de ellos unos hombres hechos y derechos. Y en vez de delincuentes, tendremos soldados.
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