Acabamos de contemplar el pavoroso
incendio, seguramente intencionado, de Notre Dame de Paris, que nos ha
conmovido a todos y que algunos masones pretenden reconstruir en clave
masónica, modernista y antitradicional.
Ya hicieron barrabasadas parecidas en
la Revolución Francesa comenzada en 1789, cuando desacralizaron la grandiosa
Catedral y la convirtieron en templo en honor de la Diosa Razón.
Porque hay dos Francias, la legítima,
antigua, cristiana, como las catedrales que la adornan por todas partes, y una
Republicana, laica, anticristiana. Por eso los franceses dicen que la República
es Laica, pero Francia es Católica.
Aquella Francia Católica hubo de
sufrir primero los zarpazos de la Revolución, que inventó la siniestra
guillotina donde perecieron los Reyes, los Nobles y cuantos se opusieron a la
Revolución, terminando por cortar la cabeza de los propios revolucionarios como
Dantón y Robespierre. Un verdadero genocidio se proyectó sobre la Iglesia Católica
y especialmente sobre regiones como la Vandea, La Vandée. La Francia católica
fue subyugada, dominada, por una infernal Revolución, urdida en los antros de
la masonería.
No fue la Francia católica la que nos
invadió en 1808, con los soldados de Napoleón y el Rey intruso, José Bonaparte,
sino la Francia revolucionaria, la que odiaba a la Religión y el Antiguo
Régimen. Por eso el pueblo español los combatió a muerte, incluso sin
jerarquías, sin su Casa Real, sin los jefes supremos del Ejército ni de las
instituciones del Estado. Fue el noble pueblo español el que libró una larga
guerra de 6 años contra el invasor, hasta derrotarlo y echarlo fuera, hasta que
el Régimen Revolucionario cayó en la misma Francia.
No hay que pensar que Francia es la
Revolución y el Liberalismo, como Rusia no es el comunismo, ni Cataluña es el
separatismo, ni Vascongadas es la ETA.
Dos siglos después, volvemos a estar
invadidos. No se sustenta su poder en las corazas de los dragones franceses, ni
en sus lanzas y cañones, sino en el dinero, los medios de comunicación y una
clase política vendida a las ideas revolucionarias. Sí, España está llena de
afrancesados, los que llenan ese Palacio de las Cortes. Afrancesados de todos
los colores y de todos los partidos. Pero afrancesados.
Y volvemos a estar en la calle los
patriotas del pueblo, sin millonarios, sin armas, sin apoyo de las
instituciones, sino todo lo contrario, pero con la misma fe en nuestro Dios y
en nuestra Patria que tuvieron los héroes del 2 de mayo. Por eso les rendimos
homenaje y juramos otra vez con rostro altanero que hasta que España sucumba,
no pisará vuestras tumbas la planta del extranjero.
¡Viva España! ¡Arriba España! ¡Viva
España Católica! y ¡Viva Cristo Rey!
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