Con esa Víctima ofrecemos nuestros propios sacrificios y nuestras oraciones por las intenciones que deseamos, especialmente, por el eterno descanso de los difuntos.
El Alzamiento fue justo y necesario para librar a España del yugo de un enemigo luciferino y malvado, convirtiéndose en Santa Cruzada y consiguiendo librar a Nuestra Patria y darnos paz y prosperidad.
Cuando murió el Caudillo, aunque lentamente, el enemigo vencido ha vuelto a hacer su aparición y nos encontramos ya el odio frontal a la religión católica que se manifiesta en la supresión de signos religiosos, en la exhibición de las vergüenzas, en el erotismo y la sexualidad desbordantes que han entibiado las almas.
Cuando los católicos se avergüenzan de arrodillarse ante Dios y no dan testimonio, no cabe esperar la necesaria reacción. Cristo triunfará, claro, pero será mucho lo que habrá que sufrir como consecuencia de la tibieza de tantos.
